El año de 1956 fue de un intenso esfuerzo genital. Fidel acababa de salir de la cárcel y no hay duda de que necesitaba reproducirse fieramente. Ese año tuvo tres hijos: dos mujeres, Alina Fernández, quien lleva el apellido de quien entonces era esposo de su madre, Natalia Revuelta, y Francisca Pupo, a la que no reconoció no se sabe muy bien por qué. También hay un varón: Jorge Ángel Castro Laborde, hijo de María Laborde.
En los años sesenta nació otro hijo, de madre desconocida por la prensa, al que insistió en llamarle Alejandro, pero quien tuvo el buen juicio de cambiárselo por Ciro, en vista de que otros dos hermanos se llamaban de igual o parecida manera. Lo de Fidel y el nombre Alejandro es un problema psiquiátrico. Él mismo, originalmente, se llamaba Fidel Hipólito Castro Ruz. Pero, cuando legalmente pudo, a los 18 años, obsesionado por la figura de Alejandro Magno, se lo cambió por Fidel Alejandro.
Se sabe que existe otro vástago nacido en 1970, mas de ése no sólo se ignora el nombre de la madre. Ni siquiera se sabe el del propio muchacho. Lo menciona la investigadora y periodista norteamericana Ann Louise Bardach («Without Fidel»). O sea, otros cinco.
Los tres que se le atribuyen sin ninguna prueba en el mundo de los rumores populares, la televisión de Miami y la maledicencia isleña, tal vez debido al rencor de los enemigos o a los comentarios de los amigos chismosos que realmente algo saben de la entrepierna del comandante, son: una de las hijas de Antonio Núñez Jiménez, una de las de Jaime Crombet y un hijo de Abraham Maciques, los tres altos funcionarios del régimen que merodeaban la casa de gobierno. El primero mencionado, Núñez Jiménez, falleció hace algún tiempo. Mientras no haya confesiones personales o pruebas de ADN, hay que tomar esas noticias como bulos, pero conviene consignarlas para futuros historiadores.
Amen
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